Llega el fin de semana, viernes, día en que se publican coches y lugar de destino. No hay notificación en Facebook.
Llega el sábado, día en que se publican las tareas y responsabilidades de cada uno. No hay publicación ni comentarios graciosos de aquellos que no se encuentran en el post o no tienen claro qué deben hacer.
Domingo, 8:00 am. No hay alarma que nos avise de que es hora de levantarnos y prepararnos para la actividad típica del día: ir a la prote y recibir amor peludo.
Para muchos como yo, que no tienen mascotas en casa, ir a la prote es una satisfacción personal por ayudar en una noble acción, pero también es el momento en el que intentamos suplir ese cariño y felicidad que solo puede dar un peludo. Esas horas que compartimos con ellos, cuando los paseamos, los peinamos y los mimamos, y recibimos lengüetazos y coletazos, nos sostienen para el resto de los días en los que no tenemos el privilegio de su compañía.
Saber que pasarán semanas (siendo optimistas) antes de volver a ver esas caritas emocionadas, esos ojitos brillantes porque ya llega el turno de pasear, hace que se me ponga el corazón chiquitito. A pesar del gran trabajo y esfuerzo que hacen los trabajadores y encargados de las protes y refugios, los peludines se preguntarán ¿qué está pasando?, ¿por qué ya no los visitamos y los consentimos como días atrás?, ¿los hemos olvidado o reemplazado?
Afortunadamente, los peludos son resilientes y su capacidad de adaptación muchas veces nos sorprende. Llegará el día en que podamos volver y ellos estarán allí, moviendo sus colitas y viéndonos con ojos llenos de amor y agradecimiento. Somos nosotros los que debemos ser fuertes y esperar que el reencuentro llegue más pronto que tarde.
Cuando podamos volver a ser itinerantes tendremos mucho trabajo. Los peludos necesitarán más tiempo y dedicación para volver a establecer relaciones y rutinas. Debemos estar listos para dar el 1000% por y para ellos.
Mientras llega ese momento, nos sustentan los recuerdos, las fotos y videos y la certeza de que están sanos y salvos.
Texto: Eliana Profeta